domingo, 19 de octubre de 2008

Ideas pedagógicas para la educación del pequeño

Se celebra a Rousseau como el profeta del romanticismo, él clamaba por una concepción originaria y natural de la vida; de la realización de su lema: “volvamos a la naturaleza” esperaba la rehabilitación del género humano ya que la lucha contra el artificialismo de la vida y la educación sólo puede lograrse despertando en el hombre, desde niño, una manera de comprender y valorar la existencia conforme a la naturaleza.

Se habla de una pedagogía naturalista, la naturaleza es lo opuesto a las convenciones sociales.

La razón es un aspecto de la conciencia menos profunda que la vida emotiva; el papel de la razón es muy importante, la razón ilumina los impulsos naturales y hace posible, gracias al conocimiento, lo que debe querer y hacer el hombre, vale decir, la libertad, y, ésta, constituye el carácter especifico de la humanidad, la dignidad por excelencia del género humano.

Lo primero que exige esta educación humana es la libertad, la independencia con respecto a los demás hombres. La esencia e ideal de la educación conforme a la naturaleza es el desarrollo armónico del amor a sí mismo y del amor al prójimo; la vida en y por una libertad iluminada con la razón, que provea al hombre de una verdadera felicidad.

El individuo que logra elevarse a esta altura realiza la verdadera idea de humanidad. Por ello la pedagogía tiene ante sí la tarea de instaurar al niño en este supremo propósito.

Son tres los rasgos que caracterizan al hombre natural: a) amor propio (egoísmo) y amor al prójimo (altruismo); b) razón que, sin ser omnímoda, se articula a la vida del sentimiento, y  c) libertad.

La pedagogía tiene ante sí la tarea de instaurar en el niño este supremo propósito de la libertad.

Otro principio esencial de la pedagogía de Rousseau es el de la actividad, el aprender por la propia experiencia, en vez de hacerlo por la enseñanza de los demás. Siendo, por ello, uno de los precursores de la escuela activa moderna.

Ve claramente la diferencia entre la mente del niño y la del adulto. El niño era considerado un hombre pequeño, Rousseau dice: la infancia tiene maneras de ver, de pensar, de sentir que le son propias. Se considera como el representante típico del individualismo en la educación. Su alumno se educa solo con un preceptor, sus fines educativos no son individuales, sino también sociales, diferentes a los de la educación dada en su tiempo En cuanto a la educación religiosa, no debe ser confesional y debe realizarse, no es la infancia, sino en la edad de la razón,  basándose en una concepción deísta.

Rousseau afirma, más o menos explícitamente, que la pedagogía se funda, en primer lugar, en las leyes psicológicas.

Rousseau descubre propiamente la infancia, los derechos del niño, recomienda la necesidad de comprender al niño.

Nadie antes de Rousseau había acentuado con tal fuerza el valor intrínseco de la infancia, ni nada había derivado con mejor acierto las consecuencias pedagógicas de este hecho. Desde Rousseau, la doctrina educativa impuso la exigencia de “partir del niño”, de ver en él, centro y fin de la educación; en otras palabras llego al concepto de la educación paidocéntrica.

En la educación, el niño ha de permanecer en su naturaleza de niño. La educación, debe ser gradual, el educador debe esperar con alegre confianza la marcha natural de la educación e intervenir lo menos posible en el proceso de la formación. La primera educación debe ser negativa; no hay que enseñar los principios de la virtud o de la verdad, sino preservar el corazón del niño contra el error.

La educación del niño debe surgir libre y con desenvolvimiento de su ser, de sus propias aptitudes, de sus naturales tendencias. El concepto riguroso de la educación negativa no excluye, de manera alguna, la prudente dirección del maestro.

Para Rousseau, la educación positiva es la que tiende a formar prematuramente el espíritu del niño, y a instruirle en los deberes que corresponden al hombre. Y la educación negativa, es la que tiende a perfeccionar a los órganos, que son los instrumentos del conocimiento, antes de darle contenido alguno, y que procura preparar el camino a la razón por el ejercicio adecuado de los sentidos. Una educación negativa no supone un período de pereza, asigna a cada etapa del desarrollo infantil su tarea y objetivo.

La educación del niño comienza desde su nacimiento y debe impedirse que adquiera hábitos de los cuales pudiera llegar a ser esclavo.

Rousseau establece varios períodos de aprendizaje:

A) Se ocupa de lo que hiere sus sentimientos y aprovecha su disposición natural dejándole examinar y palpar los objetos.

B) Después, es el período de la infancia (de 2 a 12 años), en ella debe ser ganada cada vez más la conciencia de libertad. La educación negativa y la formación moral, mediante sus consecuencias naturales, van adquiriendo más acusados contornos. Lo importante es que el niño pueda juzgar y valorar las cosas que se le ofrecen.

C) El siguiente período, que comprende de los 12 a los 15 años, época en la que ya es un adolescente, posee la máxima plasticidad para el aprendizaje, el cual emanará del propio niño, siendo los intereses naturales de la infancia los que determinen la enseñanza. Debe convertirse en Robinson: todos los oficios habrán de ser “reinventados” por él.

D) Por último, la educación de los 15 años hasta el matrimonio. En la cual se habla de mocedad, el individuo se eleva paulatinamente sobre la vida estrictamente sensitiva, recibe conceptos e ideas y se hace apto para juzgarlas. Comienzan a despertarse las pasiones y, como consecuencia, se iniciará la educación moral.

Donde mejor aprende el niño a conocer a los hombres es en la historia. El maestro enseñará sólo realidades.

 

 

 

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